En Valparaíso conocí algo.

 

El otro, y la hospitalidad que se ofrece a éste en uno.
Vagué, miré, escuché: historias de vagabundeo y de migración, idiomas comunes
de control incierto – del castellano chileno al creole haitiano; mensajes nocturnos
de Skype y WhatsApp que se sobreimprimen a los sueños nocturnos bajo la luna gibosa.

 

Historias de odiseas políticas, digitales, sufridas, solitarias, imaginarias. Vidas de tránsito indecisas, intermedias, en movimiento, exiliadas, en transito – entre dos.

 

Historias de mundos melancólicos, fantasmas, prótesis. Fantasmas de los que se han quedado, y cuya ausencia irradia. Prótesis de la lengua de origen, materna y, sin embargo, insustituible. Locura melancólica del duelo del mundo abandonado y el mundo impredecible.

 

Me dejé perseguir por estas leyendas. Escuché todos sus ruidos, capturé sus imágenes en las calles en movimiento. Jay, Junior, Maria Sherly, Atheney; pero también Rodrigo, Nicolás, Joaquín y cientos de animales salvajes, sensibles, guiaron mi vida errante y cerraron sus grietas, transmitiendo sus memorias y sus trayectorias de rizomas invertidas. El deambular termina aquí en el valle del paraíso, al final del mundo.

 

 

SMITH.

En Valparaíso conocí algo.

 

El otro, y la hospitalidad que se ofrece a éste en uno.
Vagué, miré, escuché: historias de vagabundeo y de migración, idiomas comunes
de control incierto – del castellano chileno al creole haitiano; mensajes nocturnos
de Skype y WhatsApp que se sobreimprimen a los sueños nocturnos bajo la luna gibosa.

 

Historias de odiseas políticas, digitales, sufridas, solitarias, imaginarias. Vidas de tránsito indecisas, intermedias, en movimiento, exiliadas, en transito – entre dos.

 

Historias de mundos melancólicos, fantasmas, prótesis. Fantasmas de los que se han quedado, y cuya ausencia irradia. Prótesis de la lengua de origen, materna y, sin embargo, insustituible. Locura melancólica del duelo del mundo abandonado y el mundo impredecible.

 

Me dejé perseguir por estas leyendas. Escuché todos sus ruidos, capturé sus imágenes en las calles en movimiento. Jay, Junior, Maria Sherly, Atheney; pero también Rodrigo, Nicolás, Joaquín y cientos de animales salvajes, sensibles, guiaron mi vida errante y cerraron sus grietas, transmitiendo sus memorias y sus trayectorias de rizomas invertidas. El deambular termina aquí en el valle del paraíso, al final del mundo.

 

 

SMITH.

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